Durante un instante, el silencio se apoderó del Oracle Arena: Stephen Curry intentó robarle la pelota a Clint Capela en el duelo entre Houston Rockets y Golden State Warriors y sufrió una lesión en su dedo medio de la mano izquierda que, ni bien finalizada la jugada, lo obligó a marcharse rumbo al vestuario.
Las imágenes eran elocuentes: su dedo no lucía normal. Recién se habían jugado cinco minutos del primer cuarto de un segundo partido tan apasionante como accidentado. Steph, con Golden State en ventaja por 10-5, abandonó el campo y se dirigió a los vestidores para hacerse exámenes a fin de determinar la gravedad de la lesión. El susto duró apenas unos minutos. Curry regresó al partido después de que una radiografía descartara una fractura y confirmara que Steph tenía apenas un dedo dislocado. Aún así, pese al dolor y la molestia, Curry regresó y encestó un par de triples para desatar la locura en un Oracle Arena que minutos antes temía por la salud de una de sus estrellas.